Habrá una terrible recesión en España, en Europa, en EE.UU, y en todo el mundo. El descalabro inicial será enorme, mayor que el de la crisis financiera y de deuda soberana de los años 2008 y 2010, y el reto hoy de las autoridades económicas (Gobiernos, bancos centrales, FMI, Banco Mundial, G20, G7, y UE) es evitar que este batacazo acotado en el tiempo se transforme en algo más duro: en una gran depresión como la del año 1929 o la gran recesión del año 2008.

El éxito depende, en buena medida, de un tratamiento experimental que es congelar el tejido productivo hasta que pase la pesadilla y esperar que, después, la actividad vuelva lo antes posible al punto en el que estaba. Evitar, en definitiva, un cortocircuito en el sistema productivo que estrangule el crecimiento durante varios años, y no durante algunos meses.

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